Sucedió en Gijón esta mañana

España debe abandonar el euro

Una señora con serios problemas circulatorios pide cita en el ambulatorio («centro de salud»), va al médico y obtiene una receta para unas medias de compresión. Trámite que desde hace tiempo tiene que hacer cada par de meses, con el fin de garantizarse cierta movilidad. Es viuda, mayor y vive sola.

Acude a continuación a la farmacia y se encuentra con que, a pesar de la receta, tiene que pagarlas:

—Lo sentimos, pero la normativa ha cambiado. Ahora sólo están cubiertas las medias de compresión fuerte, y las suyas son de compresión normal.

—Me llevaría las de compresión fuerte, pero el médico no me las aconseja, debido a otros problemas.

—Pues son veintidós euros.

Veintidós euros cada dos meses. Una minucia, ¿verdad?

Dígaselo a una viuda con una pensión minúscula. Dígaselo poco después de haber pagado un mayúsculo Impuesto sobre Bienes Inmuebles por el piso que, gracias a sus esfuerzos y a los de su difunto marido, tiene en propiedad (todavía). Dígaselo tras la última derrama que ha tenido que hacer la comunidad de propietarios para obras inaplazables. Dígaselo tras recibir las facturas de electricidad, gas y teléfono. Dígaselo tras leer el presupuesto que le ha dado el dentista para los implantes dentales que precisa. Dígaselo tras ver cómo un banco que fue pero ya no es caja de ahorros le va menguando éstos, ya muy disminuidos, engaño a engaño, comisión a comisión. Dígaselo tras hacer la compra y ver cómo gasta ahora en una semana lo que hace pocos años le daba para dos, y eso a pesar de echar horas de tienda en tienda, comparando precios.

De tienda en tienda. Necesita movilidad.

Pero la Unión Europea, el Gobierno del PP y el Gobierno autonómico del PSOE/IU/UPyD han decidido que no necesita sus medias de compresión. Si las quiere, que se las pague.

Que se las pague… Que el dinero, su dinero, lo necesitan para más altos destinos. Por eso a ella, a los demás pensionistas, a los demás gijoneses, a los demás españoles (con la excepción de la clientela de sus partidos políticos, sus sindicatos y sus aliados financieros) los siguen asfixiando. Están ya en el umbral de la mera supervivencia: la vida digna ha quedado olvidada.

No importa. Quedará dinero público para festejos. Festejos ajenos a la tradición y al buen gusto, y que llenen el bolsillo a los adictos. Entretienen más.

Y los hijos de esa señora están demasiado preocupados por el Sporting. No tienen tiempo para política. Ni la prestación por desempleo da para ayudar a mamá.

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