Desde que tomaron la casa consistorial, los socialistas buscaron hacerse con el control de cuanto en Gijón existía. Se les escapó una parte del poder económico, pero llegaron a un apaño. El asalto se redobló con la llegada al poder de Felipe González. Pocas entidades se libraron de él. Una fue el Ateneo Jovellanos, al que sometieron a un cerco implacable.
Pero el Ateneo –el único de Gijón– resistió. Pasó momentos muy difíciles, pero salió adelante. Así que la Agrupación Socialista Gijonesa aceptó un modus vivendi. Optó por aumentar las subvenciones a la vasta tela de araña de la izquierda, y por añadir a esa tela de araña nuevas entidades enteramente levantadas con el dinero público malgastado, como el nuevo «Ateneo Obrero».
Un buen día llegó, en faetón socialista, el comunista Vicente Alberto Álvarez Areces. Su gestión (como ahora dicen) al frente del Ayuntamiento de Gijón, primero, y del Gobierno autónomo, después, multiplicó de tal forma el dinero malgastado que los millones de euros ya parecen cifras insignificantes. A veces se malgasta en obras inútiles, a veces en alimentar esa vasta tela de araña, cuyos hilos conectan los poderes públicos con los partidos políticos de izquierda –hasta los más extremistas–, sindicatos, congresos, semanas de colores, salones del libro, fundaciones, cursos, jornadas, formación continua imaginaria, etcétera. No es difícil ver la trama si se mira con atención a través del BOPA. Y eso sin tener en cuenta el dinero B.
Se ha decidido una intervención radical en eso que llaman el mapa escolar del centro de Gijón. Una intervención radical que comporta, por supuesto, grandes obras e inversiones. Lo cual se traduce en grandes comisiones y otros gastos amistosos. Esa obra comporta que el Ateneo Jovellanos tenga que dejar su sede en lo que ahora es la Cátedra Jovellanos de Extensión Universitaria.
Como esa intervención radical en el «mapa escolar» comporta también la desaparición del Colegio Cabrales, Álvarez Areces y Fernández Felgueroso han ofrecido, en comandita, locales en su edificio al Ateneo Jovellanos y, oh sorpresa, al falso «Ateneo Obrero».
Pero hay otros arácnidos en la tela que no quieren quedarse sin su pedazo de abeja obrera. La izquierda acostumbra a proclamarse con «derecho» a casi todo; su derecho al dinero de los gijoneses lo dan por ya por supuesto. Son ya tres décadas chupando del bote, sin que nadie –tampoco la cobarde y estúpida derecha– se lo afee.
Otro veterano integrante de la tela de araña, la «Sociedad Cultural Gijonesa» –a la que Gijón tiene que agradecerle cuatro décadas de comunismo casposo, de «nueva izquierda» pornográfica y de promoción de todo lo malo, terroristas y pro etarras incluidos–, exige en la prensa de hoy su trozo del pastel. El Comercio:
La Cultural Gijonesa pide al Ayuntamiento la creación de una «casa de sociedades»
El presidente de la entidad, fundada hace 40 años, asegura que «no hay que dar un local a cada asociación, sino espacios comunes que puedan usar todas»
A. FERNÁNDEZ ABAD/GIJÓN
«Un grupo de personas independientes dentro del Partido Comunista de España fundó hace 40 años la Sociedad Cultural Gijonesa», explica su actual presidente, Fernando García Noval. Entre ellos estaban Daniel Palacios y Ángel Rubio Ballesteros. Durante el Franquismo, la sociedad fue cerrada en dos ocasiones: «La primera, porque había una hoz y un martillo pintados en la pizarra y la segunda, porque encontraron unas insignias de la Organización Internacional del Trabajo», recuerda García Noval.
El presidente asegura que, tras cuatro décadas de actividad, la sede de la calle de Belmonte de Miranda se ha quedado pequeña y por eso su junta directiva envió al Ayuntamiento el miércoles pasado una propuesta en la que solicita la creación de una «casa de sociedades» que actúe como «un núcleo centralizador con una oficina de cada entidad y tenga espacios comunes para realizar actividades coordinadas».
La idea no es nueva, pero la Cultural Gijonesa ha decidido impulsarla ahora, motivada por el anuncio realizado el pasado 27 de marzo por el edil de Urbanismo y portavoz de la junta de gobierno local, Jesús Morales, quien avanzó que el Ateneo Jovellanos y el Ateneo Obrero compartirán sede cuando se libere de su actividad docente el Colegio Cabrales. La reubicación, subrayó el concejal, nació de un acuerdo suscrito por el Ayuntamiento de Gijón con el Principado y la Universidad de Oviedo. «No hay que dar un local a cada asociación, sino espacios comunes que puedan usar todas», criticó García Noval.
Sin confrontaciones
Pedro Antonio Curto, miembro de la directiva, insistió ayer en que «la Sociedad Cultural Gijonesa no busca confrontaciones con ninguna entidad», pero destacó la «necesidad de redefinir un espacio cultural, que se haga contando con la opinión de todas las asociaciones, porque con sus actividades ayudan al Ayuntamiento a ofrecer un servicio público, con actos gratuitos en los que participan los ciudadanos». García Noval precisó que «nadie tiene un ‘derecho de pernada’ para que les provean de locales, que deben ser para todos». La Cultural Gijonesa no exige que el Consistorio la incluya en el proyecto ya anunciado para los dos ateneos, sino que pretende que se replantee la cuestión de la vida cultural en Gijón.
«Lo primero que le hemos pedido al Ayuntamiento es que abra un diálogo con todas las asociaciones de la ciudad, para que vea sus necesidades; no se trata de ir al Cabrales, hay que ver primero qué se necesita y luego buscar un espacio», aseguró el presidente. Planteó la creación de la «casa de sociedades», con salas de exposiciones y salón de actos abierto a todos los colectivos y una oficina para cada entidad, «que aparte podrá mantener sus sedes».
Cree que la intensa actividad de las asociaciones provoca muchas veces «confusión en los ciudadanos, porque hay descoordinación y además se están perdiendo actividades por un problema de falta de espacios», dos puntos que se solucionarían con la creación de un centro de coordinación de entidades, regido por el principio de «un reparto equitativo», según subrayó García Noval.
«Aquí entran 60 personas. Y de pie», indicó Pedro Roldán, otro de los socios. Añadió que al tener la sede en un edificio de viviendas también resulta más difícil que el gran público se acerque a sus actos. «Lo que hay que hacer ahora es poner sobre la mesa los locales que existen y buscar el enclave para este ‘hotel’ de sociedades», insistió el presidente de la Cultural.
Casualidad de casualidades: uno de los fundadores de la comunista «Sociedad Cultural Gijonesa» es el mismo difunto marido de la actual alcaldesa, Paz Fernández Felgueroso, que luego promovió –con el dinero municipal– el falso «Ateneo Obrero». El mismo Daniel Palacio que, cuando la fundación de la Cultural, acababa de guardar su camisa azul y sus correajes. Ah, las fuerzas vivas de esta villa… Estarían muertas si no pudieran meter la mano en las arcas públicas.
Las sociedades, círculos y asociaciones, «culturales» o de otro signo, deben mantenerse por las cuotas de sus socios y por los medios que ellas mismas puedan arbitrar. ¡Ya está bien de vivir de los impuestos de los gijoneses! Si se les retirasen apoyos y subvenciones nos libraríamos, además, de esa tela de araña revolucionaria y antisocial que lleva años asfixiando la vida pública gijonesa, y que aún conserva potencial para perturbarla más: en los cenáculos «progresistas» envidian el ambiente opresivo y aterrorizado que sus colegas de las Vascongadas han sabido generar allí.
Hay en Gijón asociaciones como el Círculo Cultural Juan Vázquez de Mella, más antiguo que las aquí citadas, que no ha percibido –ni pedido– una sola subvención. Tampoco ha recibido compensación alguna por el patrimonio incautado por el Frente Popular en 1936 (el Círculo Mella es sucesor directo del círculo carlista de entonces, que estaba en la calle de Fernández Vallín).
Tal vez el Ateneo Jovellanos, por su historia y por su labor, merezca que se le encuentre una nueva sede. Ahí debe terminar la ayuda pública. Pero las demás asociaciones, que se las arreglen. Basta de subvenciones, basta de ayudas. Dígalo o no la ley vigente, lo que se hace con el dinero de los gijoneses es malversarlo. Es, simplemente, robarlo. Arañas ladronas.
Hay que tener ganas para pretender, por la coincidencia de un término –utilizado en sentido bien distinto– que la tropelía que se anuncia para el edificio del Colegio Cabrales cumple de algún modo el testamento de Eusebio Miranda. En cambio, no sabemos si involuntariamente, este artículo de hoy en La Nueva España sirve para ver cómo se incumplió ya en su día, por culpa de los antecesores de la izquierda plural que hoy vuelve a desgobernarnos. Las negritas son nuestras.
¡Cómo le gusta a la izquierda la especulación urbanística! SOGEPSA, PROGEA, PSV, UGT, PCE, IU, PSOE… Como son clanes de la misma mafia, C.C.O.O. se apunta a vivir del presupuesto municipal, además del autonómico, del estatal, de los fondos de formación, y de… la promoción de viviendas. La Nueva España, 13 de abril de 2007:
La lampedusiana alcaldesa de Gijón miente con gran soltura. Los patronos de la Fundación Eusebio Miranda traicionan con tranquilidad los fines de la misma. La Nueva España:
Léase con atención el primer comentario de esta entrada. Eso de que Eusebio Miranda quería dejar su legado a «los ateneos» debe habérselo contado a un médium. Porque dejó escrito lo contrario.
Con Carmen Moriyón Entrialgo y FAC/PP bis apoltronados en la casa consistorial, la caspa setentera de la extrema izquierda subvencionada sigue mantenida. Bastaría que se negasen el dinero y los apoyos públicos para que estos antros proetarras desaparecieran. Pero al PPSOE/IU/UPyD etc. parece interesarle mantenerlos. Nos cuenta Marcos León en La Nueva España que hay «nueva» directiva de la denominada (con ironía involuntaria) Sociedad Cultural Gijonesa. Lo malo, típico en los periodistas actuales, es que el Sr. León reproduce sin la menor indagación la información que le dan. Y da tanto para indignarse como para hacer unas risas:
(Si la cara es el espejo del alma, más valdría romper los espejos).